Abrazar el conflicto
Involucrarse en lo político es inevitable, teniendo en cuenta que somos seres relacionales y, por tanto, el conflicto es la esencia, especialmente cuando se hace parte de un sistema democrático pluralista, como en el caso de Colombia.
¿Qué se entiende, entonces por conflicto?
Primero hay que decir que esta palabra no es un sinónimo de guerra, ni tampoco un antónimo de la paz. Como lo plantea el pensador colombiano Estanislao Zuleta las tendencias pacifistas que auguran un reino de la paz y la homogeneidad no son deseables porque el idealizar un grupo social, contribuye más bien al horror. Tanto así que, para él, decir la frase: sociedad armónica, es una contradicción ya que las discrepancias es lo que nos caracteriza como comunidades.
Sin embargo, en Colombia aún cuesta entender el conflicto, relacionarnos con él y pensar que el fin de una democracia no es que todos estén de acuerdo. Una de las razones para este es que, en la mayoría de los ciudadanos no hay una claridad sobre las diferencias entre lo político y la política.
Lo que nos paraliza es que en nuestra sociedad siempre imperó un solo lenguaje, el que Gaitán intentó erradicar del alma del pueblo, ese discurso excluyente y señorial que repite que unos cuantos son legítimamente dueños y voceros del país, y que todos los demás son la turba insignificante, la chusma. Es el discurso disociador que excluye a todo lo que no forme parte del círculo de privilegios.
William Ospina
Somos políticos
Lo político se refiere, como lo dice la filósofa Chantal Mouffe, a la dimensión antagónica que constituye las sociedades, es decir, en todos los procesos sociales, al ser por esencia relacionales, se dan diferencias y conflictos y hay un fuerte componente afectivo y emocional. En cualquier caso, al estar con los otros y al tratar de constituir una identidad colectiva habrá siempre una construcción del quiénes somos 'nosotros' basados en lo que nos diferencia de un 'ellos'. En este sentido, uno de los principales retos que tiene la política democrática es poder apaciguar mas no eliminar el antagonismo potencial que existe en las relaciones humanas.
Esto no quiere decir que el antagonismo se tenga expresar de manera violenta, pues el propósito de que exista un sistema democrático es dejar de percibir al otro, al que es distinto, como enemigo al que hay que destruir, sino verlo como un adversario con el cual se puede discutir y no estar de acuerdo pero a quien no se le va a cuestionar su derecho a defender sus propias ideas. Para esto, se necesitan construir espacios sociales y legales donde se pueda manifestar el conflicto y desarrollarse sin que la oposición o la falta de acuerdos con otro conduzca a la supresión del otro ya sea por vías como el asesinato u otras como reducirlo a la impotencia o hacerlo callar.
Querer llegar solo a un consenso puede ser una manera de autoritarismo.
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