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Lo que se viene

¿Cómo construir un mundo común?

El mundo actual se caracteriza por unas condiciones globales de producción que, aunque ejercen una presión constante por crecer y por producir, incrementando así el capital (para algunos pocos), no logran reducir las inequidades y, además, dejan a los seres humanos extenuados.


Según el estudio del índice Gini realizado por el Banco Mundial, que comprende 171 países, Brasil y Colombia son los territorios que aparecen como más desiguales en Latinoamérica, siendo este último el que presenta la más alta desigualdad por ingresos de los Estados miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) y la segunda más elevada de América Latina y el Caribe.


El Laboratorio sobre la Desigualdad Mundial presentó un Informe en el que da cuenta de que el 10 por ciento más rico de la población mundial retuvo en 2021 casi 52 por ciento del ingreso global, en tanto que la mitad más pobre del mundo recibió 8.5 por ciento de este ingreso total.



Según el histórico de informes que se ha presentado sobre este tema, desde 1980 el ingreso y la riqueza se han concentrado en el mundo, como resultado de políticas de desregulación, liberalizaciones y privatizaciones las cuales, para ser superadas, necesitan que el malestar social que se vive a causa de las injusticias, se convierta en emancipación, la cual pasa no por la conquista de la soberanía individual, como lo dice la filósofa española Marina Garcés, si no por “la capacidad de coimplicarse en un mundo común”, lo que significa poder crear y transformar colectivamente las condiciones actuales de la existencia.



Pasos para hacer parte del “nosotros”


“La potencia emancipadora del nosotros se diluye entre el fortalecimiento de las identidades cerradas que fragmentan el mapa del mundo globalizado y los circuitos de un yo condenado a la impasibilidad, la indiferencia y la impotencia de la vida individual”. Marina Garcés

Para el filósofo español Santiago López Petit, “la interiorización del capitalismo debe combatirse deshaciendo las formas de subjetividad, sin olvidar la dimensión colectiva” y para hacer esto uno de los primeros pasos consiste no en rechazar la realidad si no, al contrario, dejar de lado la actitud natural de aceptación del mundo tal y como está. Esto significa entonces dejar de pensar que el neoliberalismo es la única realidad posible porque pensar así es la auténtica forma de dominio, según López Petit.


El hecho de naturalizar una sola forma de realidad fue descrito por Antonio Gramsi como una forma del poder hegemónico. Cuando este filósofo italiano se preguntó por qué, por ejemplo, algunos líderes son capaces de obtener un apoyo masivo de la gente para políticas que en realidad están perjudicando al ciudadano más que ayudándolo, su respuesta mostró que quienes controlan las narrativas, pueden convencer a las personas de que el escenario actual en el que viven o el que ellos proponen son la única alternativa o la manera en la que el mundo funciona, es decir, hacen pasar la realidad por algo natural y no por lo que realmente es: una construcción social que puede transformarse. Si ese discurso se extiende, entonces no habrá mucho empeño en buscar justicia y tratar de cambiar las cosas.






Ahora, para responder a la pregunta de cómo estar juntos para construir un mundo común, presentamos aquí algunos pasos para empezar:


1. Pensamiento crítico.

Para pensar en el nosotros es clave que el individuo se de cuenta, primero, de cómo lo afecta la realidad, es decir, ver cómo su malestar está relacionado con el verse “recluido” en una vida privada. Solo así podrá después, como lo dice López Petit, descubrir que el malestar es social y, por tanto, generar una resistencia común frente a la realidad. Esto se puede traducir en una expresión: “politizar el estar mal”, dejar de hacer privado el sufrimiento que trae la precarización de la existencia.


2. Escucha.

Para el filósofo Byung Chul Han el hiperconsumismo, la autoexplotación y el miedo al otro son algunos de los rasgos distintivos de la civilización moderna, por eso, reivindica la importancia de vincularse con los otros desde la escucha pues esta tiene una dimensión política: “Es una acción, una participación activa en la existencia de otros” y, más aún, es la posibilidad de que se entienda la sociabilidad del sufrimiento, lo cual es la primera forma de lucha frente al dominio que busca privatizar y despolitizar el malestar por el estado actual de las cosas.


3. Renunciar a la visibilidad.

Aunque esto suene paradójico, para muchos autores, el problema de las luchas sociales o de los programas políticos que dicen interesarse en lo común es pensar que estas solo tienen éxito si adoptan la forma de sujeto, es decir, en las que se encarna la lucha en un solo individuo. Para el filósofo español, Santiago López Petit, es clave volver al anonimato y apunta a considerar la lucha por la dignidad común sin un “yo” particular, sino desde la vida compartida. Es donde las personas no buscan un reconocimiento mediante la visibilización.


4. Confianza.

Sin esta se hace difícil la cooperación, la construcción en conjunto y el pensar y actuar para el bien común. Para el científico social Diego Gambetta, la confianza “es una forma de lidiar con la libertad de los otros”, con ella se pueden saber celebrar, reconocer y cumplir los acuerdos.


5. Compromiso.

Parte de entender la importancia de vincularse con otros frente a una realidad distinta a la propia, que le es exterior quizás ajena, pero que tiene que ver con lo que asalta e interpela al individuo que comparte su humanidad con otros y el hecho de habitar en este planeta. Implicarse en una situación no se resuelve solo con una declaración de intenciones sino que implica acción.


“La vida se ha convertido en un problema común (...) Que la vida sea vivible o no lo sea incumbe hoy a la humanidad entera, es un problema que ha corporeizado nuestra condición de humanos”.


6. Poner el cuerpo.

Para Marina Garcés, las palabras se encuentran en crisis hoy, porque se han ensordecido en la avalancha de informaciones que se reciben en el día a día, por eso, para empezar a pensar y a sentir los problemas de lo común, propone volver a la corporalidad porque al hacerlo podemos “asumir la finitud, el dolor, la enfermedad, el cuidado, el amor”.


7. Dejarse afectar.

Una manera de vincularse con los otros tiene que ver con la repolitización de la creación contemporánea que pasa por entender la importancia de mirar el mundo no solo para representarlo, sino para transformarlo. Estos aspectos se relacionan porque “Implicarse es retomar la situación para hacerla tangible por tanto, transformable. Antes que transformar la realidad hay que hacerla transformable” y para eso es fundamental verse conmovido por el mundo, mirarlo atentamente con asombro y con preguntas.


“Pero lo común, como problema hiriente y siempre abierto de lo político, no puede resolverse en un milagro que interrumpe el tiempo y el espacio, sino que tiene que ver con la exigencia, práctica y concreta, de vivir-juntos”.

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