El territorio desestimado de las artes para el cambio social
El concepto de arte ha experimentado cambios a lo largo de la historia. Para el siglo XVIII, este término se aplicaba a diversas habilidades, utilizadas tanto por artesanos desde carpinteros hasta pintores. Luego, en el siglo XIX, el arte se asociaba con la creatividad, la espontaneidad y la genialidad expresiva; mientras que en el siglo XX, el arte y las disciplinas académicas relacionadas con este se definieron en base a valores como la autenticidad, la originalidad y la innovación.
No obstante, los cambios profundos que se han dado en nuestras sociedades, desde la economía, la tecnología y la política en las últimas décadas han afectado la concepción del arte como forma de expresión simbólica. Estas transformaciones en el ámbito artístico han generado una complejidad en las clasificaciones tradicionales heredadas de la modernidad, pues tal y como lo afirma Marta Lucía Bustos Gómez, profesora asociada de la Facultad de Artes de la Universidad Distrital, el arte ya no puede ser reducido únicamente a un objeto de apreciación, exhibición y consumo, sino que ha emergido como una práctica social en constante resignificación. En este nuevo enfoque, coexisten y compiten diversas concepciones del arte.
Ahora bien, la evolución del papel de las artes y su integración en las instituciones educativas ha sido un proceso que desde el siglo XVII viene dándose en Colombia, cuando la formación gremial de las artes se trasladó gradualmente hacia las universidades y escuelas técnicas; este proceso de incorporación en la educación, sin embargo, sufrió un retroceso cuando en los años 90, el Estado colombiano implementó políticas para evaluar la actividad universitaria y promover la investigación, enfocándose principalmente en áreas estratégicas del conocimiento, dejando de lado las ciencias sociales, humanidades y artes.
Con la búsqueda de internacionalizar la ciencia y desarrollar una universidad de investigación, poniendo énfasis en la inversión en sectores como biotecnología, energía, recursos naturales y tecnologías de la información y comunicación, se promovió un enfoque de conocimiento que se consideraba útil para la industria y el sector empresarial, dejando de lado aspectos claves para la democracia y la paz. Y es que ,las artes y otras formas culturales de producción de conocimiento implican la experiencia personal y requieren la presencia de criterios sensibles que no se limitan únicamente a la inteligencia racional, sino que también incluyen las emociones, percepciones, intuiciones e imaginación.
Esta última es fundamental, pues como lo afirma John Paul Lederach en El arte y el alma de la construcción de la paz, el cambio de rumbo de la humanidad no se centra en estructuras de gobernación política, económica o social, sino en la capacidad de la comunidad humana para utilizar nuestra imaginación moral,es decir, la “capacidad de imaginar algo arraigado en los desafíos reales pero capaz de dar vida a lo que aún no existe, es la fuente de inspiración". Esta cualidad única que pocas veces hemos comprendido o aprovechado consiste en la capacidad de dar a luz algo nuevo; entendiendo que el acto creativo, permite percibir más allá de lo visible, en otras palabras, desarrolla una capacidad de percibir cosas más profundas de lo que salta a la vista.
El arte en la construcción de paz
Lo anterior es importante si se tiene en cuenta que en uno de los principales desafíos que enfrenta Colombia como la construcción de la paz, es necesario superar los patrones destructivos arraigados en el conflicto prolongado y, por lo tanto, es fundamental explorar la supervivencia del talento y el don artístico en los lugares afectados por la violencia, reconociendo que el arte y el alma juegan un papel fundamental en la transformación de la sociedad.
Así, para lograr un cambio se hace necesario no solo comprender el impacto de la violencia, sino explorar el proceso creativo como una fuente que nutre la construcción de la paz, mejor dicho, cómo el arte puede aplicar al cambio social, donde la imaginación y el descubrimiento juegan un papel crucial.
Las claves para la construcción de paz: diversas y complejas.
Aunque no hay fórmulas para construir la paz, hay ingredientes que destacan y son aquellos que un experto en paz como Lederach ha descubierto en su paso por diversos conflictos en el mundo.
Relaciones: Para Lederach, la imaginación moral surge de la capacidad de las personas y comunidades de verse en una red de relaciones interdependientes.
Curiosidad: además, requiere que cada individuo adopte una curiosidad paradójica, es decir, aquella que impulsa a explorar lo invisible que une estas energías, incluso en situaciones de conflicto y que permite superar las polarizaciones duales y comprender las energías sociales aparentemente contradictorias.
Creatividad: esta es otra disciplina clave en la construcción de paz, la cual tiene que ver con la capacidad de trascender lo existente y conectar con lo cotidiano y que requiere aceptar las innumerables posibilidades más allá de las opciones limitadas y predefinidas.
Riesgo: este también desempeña un papel fundamental en la construcción de paz. Arriesgarse implica adentrarse en lo desconocido, sin garantías de éxito o seguridad.
Sin embargo, más allá de estas recomendaciones, es importante reconocer que el cambio para dejar atrás la violencia no es fácil ni rápido. Requiere tiempo, perseverancia y evaluación a largo plazo; aunque a pesar de las dificultades y los desafíos, es crucial mantener un horizonte de esperanza y resistir la indiferencia.
Y aquí vale la pena mencionar que en las sociedades que viven procesos de construcción de paz existen tres sentimientos predominantes: sospecha, indiferencia y distancia, pues, según Lederach aún no hemos desarrollado la capacidad de imaginar y promover la paz en el ámbito público.
En ese sentido, es fundamental construir espacios que fomenten la convergencia, la intersección y el conflicto entre diferentes conocimientos y saberes relacionados con las prácticas artísticas y estéticas. Estos espacios deben promover múltiples los intereses económicos y políticos que dirigen la investigación y la creación en el contexto de una sociedad neoliberal enfocada en el rendimiento y la productividad.
Para lograr esto, es necesario descolonizar el conocimiento y reconocer que el eurocentrismo no puede ser el único criterio válido de conocimiento. Debemos valorar los saberes y las racionalidades que difieren de los producidos por el hombre blanco occidental y los centros del capital económico, los cuales a su vez son centros del capital intelectual.
Por eso, invitamos al coloquio "El papel de la educación en artes y humanidades en la integración social" de la Fundación Casa Tres Patios, en donde contaremos con la participación de destacados invitados, como Lucía González de la Comisión de la Verdad, Adolfo Eslava decano de la Escuela de Artes y Humanidades de Eafit y María José Espinosa de la Corporación Región. Sus experiencias y conocimientos enriquecerán la discusión y nos brindarán perspectivas valiosas sobre la educación y el arte como motores del cambio social.
La cita es el 29 de julio a las 2:00 p.m., en la sede de la Fundación ubicada en Prado Centro, Medellín (Carrera 50a#63-31).
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