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Lo que se viene

Los afectos en la educación para la justicia


En la actualidad, algunos autores como Martha Nussbaum sostienen que la presencia de emociones en la esfera pública tiene el poder de hacer avanzar el funcionamiento de la democracia, al argumentar que los afectos facilitan una mejor cooperación y profundizan la lucha por la justicia, especialmente aquellas que conectan con sentimientos de tolerancia, apertura a las ideas de los demás, amabilidad y moderación (si quieres profundizar sobre este tema, puedes dar clic aquí). Así, la esperanza y el amor tienen un papel fundamental para que fluyan los procesos democráticos.


Ahora, para este artículo nos detendremos en el amor que si bien este tiene muchas maneras de expresión, hay un contenido básico que, para esta filósofa estadounidense, es el que lo lleva a uno a sensibilizarse con sentimientos ajenos, por lo que es una emoción capaz de fomentar vínculos sociales y compasión. De este modo, en diferentes ámbitos de la sociedad fomentar el amor altruista es importante, pues a partir de esto se pueden tener elementos para rechazar la búsqueda obsesiva de estatus y honor personal en favor de la reciprocidad.


En ese sentido, la autora sugiere la importancia de establecer políticas que contribuyan al fomento de capacidades emotivas e intelectuales que nos permiten reconocer al otro como un ser valioso, lo cual nos llevaría a procurar entender su punto de vista, fortalecer la confianza e intercambio, incrementar el sentimiento de gratitud por un trato afectuoso y suspender las demandas de control sobre los demás.



Teniendo en cuenta este llamado, es importante también escuchar las apuestas de otros autores que, desde diferentes frentes, han abogado por superar la noción jerárquica de las formas de pensamiento para posibilitar tanto la existencia como la validez de los otros modos de conocer, que son múltiples y diversos, de modo que encuentren cabida en los aspectos formacionales no solo aquello que está vinculado a las ciencias, sino también, por ejemplo, al pensamiento artístico o a la afectividad, considerando que, como dice el profesor Elliot Wayne Eisner la cognición y la emoción comparten la misma realidad dentro de la experiencia humana al ser procesos que ocurren de manera simultánea.


De este modo, si las búsquedas como sociedad apuntan al cultivo de un mundo más democrático, humano y equitativo, es importante mencionar que el no ser escuchados, reconocidos, aceptados, o comprendidos en nuestras inquietudes y necesidades de autonomía puede ser determinante en el aprendizaje y también en el desarrollo emocional, incluso puede convertirse en un factor detonante de la violencia y de comportamientos agresivos. Por eso, hoy son cruciales las llamadas pedagogías del afecto.


Pedagogías amorosas


Desde el punto de vista del individuo, las emociones tienen un papel fundamental, incluso aquellas que, bajo ciertas perspectivas, se han calificado de manera negativa: la ira puede servir para defendernos de un peligro, la ansiedad permite estar en estado de alerta, la tristeza es una forma de expresar y expulsar el dolor. Ahora bien, bajo esta perspectiva el problema no es que una persona exprese y sienta emociones, sino que no las sepa manejar pues, ahí sí, pueden ser perjudiciales.


Por eso, hoy es fundamental comprender la relevancia de todas las emociones para la vida pública y analizar cuáles de ellas permiten avanzar en los ideales de la justicia social. En esta línea, el amor sería un proyecto sociopolítico, para superar divisiones generadas por emociones como la envidia o el resentimiento.


Aquí entra la pedagogía de los afectos, la cual parte de la premisa del ideal de que toda persona pueda lograr la autonomía necesaria para discernir sus emociones y hacerse cargo de estas, sin perder de vista los valores o creencias relacionados con su colectividad y la búsqueda del bien común. Entonces, una educación que no pierde de vista la importancia de las emociones y los afectos puede ayudar a que, como sociedad, salgamos de la indiferencia y de aquello que Boaventura de Sousa Santos llamó “la razón indolente” y que podamos cultivar la empatía, el cuidado y la compasión.


En otras palabras, comprender la importancia de los afectos en la educación pasa por saber que estos pueden facilitar una mejor cooperación y profundizar la lucha por la justicia social, sobre todo, cuando se trata de aquellos que conectan con la tolerancia, apertura a las ideas de los demás, amabilidad y moderación.



Así, se trata de darle cabida a otras maneras de aprehender el mundo, pues como lo han sustentado diversos investigadores de la educación y psicólogos como Rudolf Arnheim, la mente necesita de los sentidos para conocer las características sensibles del mundo; asimismo, el cuerpo tiene otras formas de conocimiento: las emociones, la intuición o la memoria.


“No puede haber actividad cognitiva que no sea también afectiva” Elliot Wayne Eisner.


¿Cómo lograrlo?


Si bien el sistema educativo recibe presiones del sistema económico y político, en donde las demandas recaen en el rendimiento académico y la calidad para así promover una visión del éxito y del bienestar general, es importante que no se deje de lado la búsqueda del desarrollo socioemocional y no solo del cognitivo. Aquí los programas formativos tienen un papel clave pues, al enfocarse en estos aspectos, pueden convertirse en espacios en los que es posible promover la tolerancia a la diversidad, prevenir los conflictos y superar sus consecuencias.


Aunque hay que entender que hacer esta incorporación consiste en un proceso gradual, se debe empezar por la búsqueda de la integración la capacidad de comprender, experimentar, expresar y manejar emociones y afectos con los demás, y establecer relaciones significativas con otros y con el entorno, ya que ambientes como la escuela propician el encuentro y la vivencia de situaciones donde se puede hacer una mediación frente a las emociones. Una manera de comenzar con esta labor es partir del entender que la palabra educarse implica aprender a saber y aprender a hacer, pero también aprender a vivir juntos y aprender a ser.



“Si el sentimiento interno no se une al conocimiento intelectual, el aprendizaje no moverá a una persona a la acción”- Pedagogía Ignaciana


Por último, no se debe dejar de lado el pensamiento reflexivo porque, como también apunta Nussbaum, un exceso de énfasis en el amor y la homogeneidad puede llegar a eclipsar el espíritu crítico. Aquí el razonamiento ético debe tener lugar en la educación formal o no formal, de modo que sea posible asegurarse de que el relato de la historia y la identidad actual de una sociedad no sea excluyente o denigrante de ciertos grupos o comunidades.


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