Los jóvenes pueden cambiar el futuro del país
La juventud no se refiere únicamente a la condición etaria de una población, pues el origen de este concepto es un fenómeno moderno que se surge a partir de la aparición de la escuela, como institución especializada para la formación. Así, la juventud es producto de un proceso histórico que se consolida en EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial y que sirvió como una etiqueta generacional que permitía enfocar más claramente las estrategias de la publicidad y el comercio, como se cuenta en el libro Teenage. La invención de juventud 1875-1945, el escritor Jon Savage.
Sin embargo, este término ha cobrado fuerza y define a un grupo de personas que no son solo susceptibles de lo que marca la publicidad, sino de formar una conciencia crítica y social que impulse cambios en los sistemas políticos.
Hoy en día, el desarrollo de la juventud se da en medio de su interacción con lo global y, por tanto, de la interculturalidad, lo cual influye de manera determinante no solo en sus intereses, sino también en cómo se percibe la realidad de país y en la posición que toman frente al compromiso social en un mundo que, cada vez más, está conformado en el molde neoliberal. Dicha influencia genera dos posturas distintas entre los jóvenes; por un lado, están quienes sienten apatía por lo político; y, por otro, aquellos que se implicar en movimientos colectivos para alzar su voz por la defensa de los derechos.
Ahora bien, aunque la mirada que los jóvenes adoptan en lo político hoy da cuenta de un cambio, pues esta generación no siempre milita en partidos de izquierda o derecha de manera directa, se puede afirmar que sí está comprometida con diversas causas, por ejemplo: el feminismo, la defensa del medio ambiente, la lucha contra la discriminación, etc. Esto último se evidencia en un crecimiento del activismo juvenil que tienen un deseo como bandera: el cambio.
Un deseo histórico
Ese deseo, sin embargo, no es nuevo. En el siglo XX se pueden mencionar varios movimientos juveniles que manifestaron su descontento con el estado de las cosas en sus países y, a través de diferentes maneras de participación, especialmente aquellas que son consideradas no convencionales (que se caracterizan por no usar los canales o mecanismos institucionalizados), lograron incidir en el curso de la historia:
Algunos ejemplos paradigmáticos de esto son:
1. Fidel Castro, Raúl Castro y Abel Santamaría, para la época en que empezaron la lucha revolucionaria que se oponía a Dictadura de Fulgencio Batista, tenían 27,22 y 26 años, respectivamente y fueron fundamentales para la Revolución Cubana de 1959.
2. Los eventos de Mayo del 68 francés fueron protagonizados por los estudiantes de Sociología de la Universidad de Nanterre, ubicada en las afueras de París; los jóvenes fueron los primeros y principales activistas del movimiento que llevó a uno de los procesos de cambio social más destacados de la Francia contemporánea, impulsados por la motivación de defender las libertades.
3. Otros casos que se relacionan más con la lucha por los derechos también han tenido como protagonistas a los jóvenes; en México por ejemplo, en la Plaza Tlatelolco en 1968 comenzaron las protestas de los estudiantes contra la represión del gobierno, en cabeza de Gustavo Díaz Ordaz.
Aunque estos sucesos parecen muy lejos en la historia, especialmente en la de Colombia, son antecedentes que hablan de la fuerza que puede tener un grupo social para apalancar cambios no solo desde lo que pasa en las calles, sino también desde la participación de estos en las urnas, la cual es fundamental para consolidar, en las políticas públicas, las consignas que surgen en las protestas. Este es el caso de Chile en donde la juventud salió masivamente a votar a inicios del 2022 y cuyo resultado fue la elección del presidente de izquierda, Gabriel Boric quien, además se convirtió en el mandatario más joven de la historia de ese país y que fue, inicialmente, un líder estudiantil.
La búsqueda del cambio político
Aunque el abstencionismo ha caracterizado a Colombia en tanto a su participación en las elecciones, el antecedente de la participación que hubo en el estallido social del 2021 (que no estuvo ajeno al caso de los chalecos amarillos en Francia y las protestas en Hong Kong y otros movimientos sociales en el mundo) ha despertado la expectativa de muchos sectores frente a la incidencia que pueden tener los jóvenes en los resultados de la presidencia este 2022.
Sin embargo, para otros, persiste cierto grado de escepticismo debido a los antecedentes en las elecciones de los Consejos Municipales de Juventud (CMJ) que fueron muy bajos, solo en Antioquia, por mencionar un caso, participaron un 6,17% de los jóvenes, es decir, de los 1.608.944 que estaban habilitados, asistieron a las urnas 99.478. Además, porque el deseo de cambio, no se ha reflejado en el crecimiento de debates democráticos entre jóvenes frente a los candidatos.
Esto último se debe en parte a que, como lo muestra la encuesta publicada en mayo de 2022 por la agencia de investigación 40dB para El País América, el 80% de los colombianos no está satisfechos con el funcionamiento de la democracia y, especialmente, hay una desconfianza profunda de los jóvenes frente a sus instituciones. Por ejemplo, muchos de quienes lideraron las protestas en 2021 han manifestado que “el voto no vale nada” pero que, aún así, es una manera de manifestar una posición sobre el país que quieren y para mostrar su inconformidad con la Colombia actual.
La desconfianza frente al funcionamiento del sistema puede jugar en contra del deseo de cambio porque, si las consignas no se refuerzan en las propuestas de los gobernantes, es probable que el cambio quede, una vez más en pausa. Según una informe de la Universidad del Rosario, el 78% de los jóvenes ya habían decidido a quién darle su voto; pero, por otro lado, un 52% se sienten insatisfechos la manera en que funciona la democracia en el país, cual se refleja en que la institución en la que menos creen los jóvenes es en la Presidencia, seguida de la Policía; además solo el 10% confía en las entidades encargadas de las elecciones. Y es que las razones para no creer en el sistema están fundadas, por ejemplo, en este último caso para las elecciones de 2022 muchas personas dudan de la legitimidad del registrador nacional Alexander Vega cuya gestión ha tenido múltiples repaross.
La esperanza de la participación
Lo más interesante que se puede decir a este respecto y que ha pasado en los últimos años, gracias a los planteamientos de Constitución de 1991 es que los colombianos se ven permeados por un espectro de derechos que se toman en serio y que, por tanto, buscan aquellas políticas que realmente defiendan aquellas causas en las que creen.
Según la Registraduría Nacional del Estado Civil, 39'002.239 colombianos están habilitados para votar, , de los cuales 8’986.997 son jóvenes entre 18 y 28 años, es decir, el 23% puede acudir a las urnas, casi un cuarto del censo electoral.
Además, el hastío y el malestar social está presente en la mayoría de los colombianos, sobre todo en los jóvenes. Y es que las cifras son muy dicientes: la pobreza en 2021 alcanzó al 39% de los 51 millones de colombianos; en el terreno laboral la seis de cada 10 trabajadores se emplean en el sector informal y el desempleo está en el 12%. Por eso, es fundamental que se movilicen también en las urnas para que, en los próximos comicios, se refleje el cambio que buscan y superar el abstencionismo que en la elección del 29 de mayo se situó en el 45%, ligeramente inferior al promedio histórico y para que así se dé un paso en la búsqueda de construir un mundo común.
"Es necesario hacer ese tránsito de las calles a las urnas para que nuestra voz se sienta escuchada y para que efectivamente las motivaciones e intereses que tengamos de alguna manera se puedan materializar”, Francisco Luis Chica Valencia, estudiante Universidad Eafit.
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